Mi vida alegre giró en torno a mis pasiones, cada latido estuvo motivado por una carcajada, un beso o un buen trago de vino.

Navegué por los mares de todo el mundo exprimiendo cada minuto y regalando mi descaro y buen talante a todo aquél que quiso compartir una copa conmigo.

De todos los exóticos placeres que deleitaron mi paladar ninguno alcanzó a igualar las cálidas caricias que sentí al saborear una copa de vino en aquel amarre que realicé en un puerto recóndito cuya ubicación me llevaré a la tumba.

Me batí en duelo arriesgando mi vida, fui abandonado por las más bellas mujeres, perdí a grandes amigos en trágicos naufragios pero nada asoló tanto a mi bravo corazón como agotar las reservas de aquel codiciado vino encontrándome en medio del mar a miles de millas de su furtivo origen.

Ahora, cuando el viento de Levante peina mis sienes de plata y encaramado al puente de proa veo a la luna reflejar su pálido rostro en el mar, desearía acabar mis días libando con calma aquel dulce néctar que lleva mi nombre… UVA PIRATA!!!